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La burbuja del emprendimiento: reflexiones de un cenizo

Leo, a través de Miguel Vagalume, un artículo de eldiario.es titulado La ‘quimera’ del emprendimiento fracasa: hasta el 70% de los autónomos desaparecen al cabo de dos años.

Siendo un medio hipercrítico con el gobierno, es de esperar cierta exageración de los datos. El artículo afirma que se tratan de “estimaciones”, sin dar más detalles. Sin embargo, aporta valoraciones tanto de sindicatos como de asociaciones de autonómos, tradicionalmente conservadoras.

Quizá sea un buen artículo para empezar a hablar de la irracional burbuja del emprendimiento. Una burbuja que va más allá de lo económico para plantarse de lleno en el terreno de lo ideológico y que opera como una gran hipocresía y paradoja.

Calculando cosas

Cenizos y héroes anónimos

Criticar la ideología del emprendizaje tiene sus riesgos: uno siempre se expone a ser considerado un cenizo por sus adalides. Las reducciones más simplistas del emprendidurismo funcionan, oh sorpresa, como una dualidad. Sólo hay dos tipos de personas: los problemas y las soluciones. En su eterno voluntarismo, lanzan la pelota sobre tu tejado: es tu elección quién quieres ser.

Los cenizos somos el palo en la rueda del futuro. Somos los funcionarios, los políticos (¡cuanta antipolítica en el emprendizaje!), los acomodados, los sindicalistas, los asalariados y los subvencionados.

Y si somos autónomos, es que opera en nosotros un tipo de falsa conciencia, somos unos self-hating freelance.

Sin embargo, mi experiencia es precisamente la de una de las miles de personas arrojadas contra su voluntad al mundo del autonomato, que no de la autonomía. Como periodista sin trabajo, tuve que echarme al monte y aprender por mi cuenta no sólo de diseño y desarrollo web, sino de fiscalidad, impuestos, papeleos y burocracias varias.

Es decir: aunque cenizo, hablo del emprendimiento desde la parte del supuesto héroe, no desde un puesto obtenido por oposición.

De ahí la primera gran paradoja. Mientras me peleaba con el Estado social en el que creo tenía que aguantar los ánimos y jaleos de una afición a la que nunca he querido y que nunca me ha querido.

No puedo ni imaginar cuanta gente se habrá sentido en la misma situación

Mientras me cocía al fuego lento del emprendedor, aprendiendo que de un “salario” de 1200€ me quedan 700€ tras pagar IRPF y seguridad social, tenía que aguantar programas de la tele pública, políticos, empresarios de éxito, charlas de TED y revistas de dinero diciéndome que yo era el engranaje del futuro. Que yo era el motor del nuevo éxito. Que yo, yo, yo y yo era la verdadera resistencia al Estado (¿what?), el creador de nuevas ideas, la lanza del nuevo amanecer. La persona íntegra, la resistencia.

Supongo que ahora sé lo que sienten los jugadores de fútbol extranjeros cuando recalan en un equipo con una hinchada racista. Esa sensación de que los mismos que te jalean en el campo, cuando eres tú el que está trabajando, podrían molerte a palos en las afueras.

Que sólo te quieren para marcar sus goles.

Una mentira mal contada

Pero lo peor de todo es la irresponsabilidad con la que se han dispuesto de ingentes medios públicos y privados a favor de una ideología fallida.

Porque si el emprendizaje supuestamente es una idea que requiere recursos, el Estado español sólo ha puesto la primera parte, la que le interesa, la ideológica.

Entre todos

Medios nada banales: mi hermana pequeña, que estudia ESO, me hizo en su día ver el temario de la asignatura de Empresa e iniciativa Emprendedora. Como era de esperar, se trataba de una mal deglutida mezcolanza de principios económicos (capitalistas, claro) y autoayuda zen de crecimiento personal.

Sin embargo, aunque mi hermana lo trata con escepticismo, me comentó que varios de sus compañeros parecían hacer comprado la idea.

El envoltorio de autoayuda, de crecimiento personal, de vaga filosofía individualista y voluntarista (todo depende de tí, no esperes a que te ayude nadie) que niega el poder de todo contexto y estructura puede parecer basurilla intelectual, y seguramente lo sea, pero es una narrativa que ofrece aquello que más se necesita en tiempos de crisis: respuestas.

El problema

El problema es que en una España descompuesta por un paro que se amenaza endémico, animar a miles (si no millones) de personas a arriesgar su dinero para montar pequeñas empresas equivale a enviar a un ejército de lemmings hacia el abismo.

Los autónomos somos principalmente ofertantes de servicios antes que de bienes, con clientelas principalmente locales y un poder de negociación reducido respecto al de la gran empresa. Tenemos cargas fiscales fijas fuertes y por tanto somos muy dependientes de muchos factores externos. En un contexto de amplia oferta, las empresas pueden negociar a la baja o buscarse a cualquier otro.

Ser autónomo es ser vulnerable. Esto es así, y no tiene por qué ser malo. Hay otras muchas ventajas, claro. Habrá a quien le sirva y quien no lo soporte.

El problema surge cuando empujas a la gente hacia la vulnerabilidad sin avisarles, haciéndoles creer que se dirigen hacia su crecimiento personal y profesional.

La realidad es que España no tiene el suficiente nivel de consumo interno para sostener la entrada en tromba de miles de autónomos que abran bares, ofrezcan servicios de todo tipo, compren locales, pidan créditos.

Las únicas salidas para esta masiva oferta es o una carrera por el low-cost que nos arruine a todos por igual, trabajar 28 horas al día o sostener artificialmente la situación mediante subvenciones y ayudas (sí, las mismas ayudas del Estado que los ideológos del emprendimiento odian cuando van a parar a otras manos).

Algunos sin duda sobrevivirán (¿sobreviviremos?) por capacidad o suerte. Pero, ¿y el resto de personas? Me horriza pensar en la gente que, cabalgando la ola del emprendimiento, ha suscrito préstamos bancarios, pedido dinero a familiares, aumentado su deuda y con ello la deuda privada del conjunto del país.

Yo, como autónomo, solo necesito un ordenador y una conexión a internet. Vivo en el lado fácil de las cosas, y lo reconozco. Y aun así, me ha salido muy caro ser emprendedor. ¿Qué no le habrá pasado a la gente que tiene que invertir en locales, maquinarias, equipamientos?

Emprender es muy caro y muy arriesgado. Los ideólogos lo dicen, pero con la boca chica. El fracaso es una palabra prohibida en la ideología emprendedora.

En parte porque esta ideología es performatividad pura y dura: soy exitoso porque me digo exitoso.

Pero en parte, también, porque los casos de fracaso del emprendedor autónomo - que, al revés que las sociedades, responde con todo su patrimonio y en caso de ruina puede acabar embargado - podrían ser un importante freno.

La irresponsabilidad tiene premio

¿Qué sentido tiene, entonces, mantener esta política desde el Estado? ¿Por qué lanzar sin paracaídas a millones de personas? ¿Cui prodest: a quién beneficia?

Paradójicamente aunque los ideólogos del emprendimiento se ofrecen a sí mismos como antiestatistas redomados y partidarios del estado mínimo neoliberal, en la España de hoy el principal benefactor de todo esto es un Estado central más fuerte y antiliberal que nunca:

  • Baja las cifras del paro

    ¡Maravilla! Miles de parados dados de alta en el censo de empresarios individuales = miles de personas que quizá llegan a fin de mes, quizá no, pero que ya no engrosan las listas oficiales del paro y que probablemente no se declaran desempleados en la encuesta de población activa (EPA). ¡Magia estadística!

  • No cuesta nada y aumenta los ingresos y la liquidez

    Tengo delante de mí la nómina de mi trabajo actual. Se pagan en concepto de Seguridad Social unos 100€ y un IRPF del 9,48%. Cuando era autónomo, pagaba cerca de 300€ y tenía que tributar al 21% del IRPF. Es cierto que por ingresos bajos me han devuelto el 100% de ese IRPF, pero incluso en ese caso estaba cediendo mi dinero al Estado durante un año - y un año de IRPF de muchas personas es una liquidez bastante importante.

    Cierto es: yo le recaudo el IVA al Estado y se lo doy cada trimestre. Yo también gano liquidez. Pero un trimestre es la cuarta parte de un año: sale ganando el Estado.

    Cierto es: hay descuentos y exenciones en IRPF y Seguridad Social. Duran unos pocos años y ayudan sobre todo a tener más liquidez. Son un parche: pasados esos años, estás en el mismo desierto que todo el mundo (y tienes que contarle a tus clientes por qué ahora eres más caro).

  • Ahorras en burocracia

    El autónomo te quita un montón de problemas: ni programa PADRE, ni borrador de la renta, ni derecho a cita con Hacienda: se tiene que hacer todos los papeles él solo. En un mundo de autónomos te podrías cepillar a media plantilla de Hacienda.

  • Ahorras en subsidios

    ¿Subsidio de desempleo, dices?

  • La culpa es tuya

    El Estado también vive de legitimidad. En un marco estatista, el desempleado le pone mala cara al Estado por no garantizarle una renta de inserción, pagarle un subsidio de desempleo o apoyarle. Pero claro, el autónomo entendido como emprendedor-héroe es el único culpable de sus éxitos y sus fracasos. Por tanto, si no tienes trabajo es que algo estás haciendo mal.

El cambio de modelo

En realidad, mi mayor denuncia aquí es la hipocresía salvaje con la que se alimenta esta operación.

Se dice de China que es la mezcla entre lo peor de dos sistemas: el control centralizado de la población comunista y la economía depredadora capitalista.

No se dice tanto que España tiene un modelo productivo totalmente disfuncional fruto de quedarse a medio camino entre un capitalismo de corte anglosajón en el marco de un Estado social europeo. Y las culpas se reparten.

Tenemos un Estado social que protege mucho a los que están dentro y que se jodan los que se quedan fuera.

Un modelo socialdemócrata que su defensor, el PSOE, ha sido incapaz de extender a la totalidad de los trabajadores, generando eso que llaman la dualidad laboral.

El problema, en parte, es que tenemos una izquierda que sólo ve trabajadores en los sindicados, los funcionarios y las industrias. Una izquierda tradicionalmente masculina y asalariada ciega a sectores como los autónomos, los becarios, las trabajadoras del hogar… entre muchos otros.

Rajoy dice que emprende

Tenemos también un marco económico capitalista que se llena la boca de emprendizaje pero no pone ninguna medida para aligerar el peso del Estado (o en su defecto ponerlo a trabajar a favor de los emprendedores).

Es obvio que no estoy de acuerdo con esta idea pero, al menos, se agradecería un poco de coherencia. Si tengo un gobierno liberal, que haga cosas liberales.

Un modelo liberal que el PP enuncia pero nunca cumple: un partido que se dice liberal pero que cada vez que llega al Estado descubre lo mucho que le gusta el poder. Y unos capitalistas de boquilla que se dicen partidarios de dicho modelo pero que también descubren lo que les gusta que el PP tenga el poder y el Estado sea fuerte y tenga muchas licencias que dar y pueda poner muchas trabas al resto de empresas.

Entre medias de esos dos grandes fracasos de modelo y de partido quedan - quedamos - los trabajadores de todo tipo, arrojándonos los agravios comparativos a la cara, enfrentados entre nosotros.

Funcionarios versus autónomos.

Autónomos versus asalariados.

Asalariados versus funcionarios.

Etcétera…

Y entre medias de todo este proceso queda un modelo productivo cada vez más orientado hacia la desprotección creciente de los trabajadores a través de la conversión de los puestos fijos en externalidades.

Semejante operación es un trágala de dimensiones épicas que requiere de vaselina para pasar.

Es por ello que se nos quiere autónomos-emprendedores felices, confiados e ideológicamente antiestatistas aunque todo este proceso redunde, oh marabilia, en un engorde del Estado que nos somete a dieta liberal mientras se ceba de tasas socialdemócratas. Todo un invento.

Y si, como dice la noticia de eldiario.es, un 70% de los nuevos autómos que habían invertido sus dineros e ilusiones fracasa, pues ya se sabe.

Algo habrán hecho mal.

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